Armando Scannone es mío desde que tenía doce años y a través de sus libros el azul y el rojo mi papi dejó de compartir recetas francesas para concentrarse en mi educación de origen.
Luis Alexander Camargo Contreras es mi amigo y él se encarga de regalarme metáforas. Me cuadró una visita a la casa de Don Armando y por muchos motivos la epifanía fue una entrega por fascículos. Finalmente, esta vez llegamos puntuales, dejamos atrás el ecléctico decorado de la casa y nos dirigimos al jardín. Ante lo majestuoso del paisaje verde, el mobiliario de malla y metal blanco se suponía moderno y discreto. Ya sentados y con esperanza que la cuarta fuera la vencida, aunque pensé que no vendrías. El tiempo pasó rápido, luego del portazo en el piso de arriba que sólo Gladys logró descifrar. Qué manera de anunciarte. Ese es Don Armando, llegaste con el tercer movimiento de las cuatro de Vivaldi. Tu visual panorámica puso orden en el lugar: el árbol de mangos a la izquierda, el viento, las trinitarias a la derecha. Mención especial presenciar tu encuentro con El Ávila, director y concertino se daban la mano con propósitos fehacientes. Pero tu cara de reclamo era obvia, las cinco de la tarde y al cerro aún lo arropaban las nubes, eso no te gustó y no me tomó por sorpresa.
Armando la estrategia
Todo en orden y adosados al misterio de estar al fin a tu lado, esta vez solo por el placer de mirar juntos el mismo Ávila. Vertical y absoluto comentaste que no podías conversar por cierta molestia bucal. Yo prosaica y urbana tuve el propósito de hacerte reír. Pero ¿qué te hace reír Don Armando Scannone? Casi lo supe cuando hablaste de lo difícil que se ha vuelto el emprendimiento gastronómico en Venezuela, con la escasez de harina, azúcar. Antes de dejarme envolver por la complexión de tu veredicto y segura de descoordinar el contexto orquestal te pedí ¡Armando! si vas a hablar por favor no menciones la situación ni los problemas del país, eso es peor que hablar del clima, di algo que le luzca a tu boca, a tu persona. Te reíste, lo se, te reías de eso.
Puse la torta
Claro, desde el día anterior, que Luis y yo llegamos tarde, yo más que Luis. Hice la #TortaJamila y se la llevé, pero el ya estaba dormido. Es una torta de zanahorias con bocadillos de guayaba y plátanos fritos. Ese postre hizo historia desde que Jean Paúl Coupal la descubrió y casi la “Coupaliza-coloniza”. Gladys me dijo que me reservara la historia, por si no le gusta. ¿Y qué pasa si le gusta? bueno, ahí si le cuentas.
En el intermezzo me dio por preguntarle qué le había parecido la torta. Se lo pregunté a Don Armando, a Scannone. El leía una revista que lo mencionaba en un artículo, pero se detuvo, levanto las cejas y dijo: Bien sabrosa que está. ¿qué tiene? Ese minuto es tan de Gladys, tan de quien solo conoce a Don Armando como ella.
Armando sin café o mi papi con Armando
Armando, pediste café. Pablo, tu muchacho, sucumbió en excusas, café no hay, se acabó. Nos trajo agua en una temática de mantel blanco, la costumbre. Disfruté compartir agua contigo Armando. Mi Armando particular, ese que mi papi me enseñó a querer. En casa de la abuela mi papi elegía receta a dedo: hojear el azul o el rojo y caiga donde caiga. Con raras excepciones de apuntar en las últimas de los postres siempre cumplíamos las instrucciones del juego. Sopa (Guisado de pollo con papas), Rosbif de Carne de res con hongos (champiñones), vieiras con curry. Todo para los treinta y siente de la familia. Otto es mi papi, pero como se les murió solo a los demás hablo de él en presente. El mezcla los ingredientes en una discusión unilateral con Scannone, pero le dice: Armando.
La receta dice 1/8 de cucharadita de pimienta, eso dice Armando, pero yo digo que debería ser una completa, más un toque de ají de leche del que está en la nevera. Hacía un consenso a vox populi entre Armando y él que generaba un promedio. Media de pimienta y una de ají de leche. Cuando nos sentabamos a la mesa la madre superiora (así le decía a mi abuela) probaba y asentía. Armando y tu están alineados.
Todo se lo conté a mi Armando particular. Y creo que me escuchó. Con el respeto que merecen todos los reyes de cocineros y cocineros de reyes que se han sentado en ese jardín. Cosas mías.
El Ávila con Pablo
El Ávila se encapotó, y como era de esperarse hubo encore. Se retira Don Armando, subió con Luis. Yo lo despedí al pie de la escalera y a hurtadillas seguí su paso hacia arriba huella y contrahuella. Lloré, y eso para disimular las ganas de saltar. Se aparece Pablo, el muchacho grande de la casa y en montaje de ópera bufa ofrece un postre de mi propia torta, ¿Torta Jamila?, bueno Pablo danos un pedazo. Pablo dice que al Señor Armando le gustó mucho la torta. La mejor providencia está cerca de los fogones. Pablo se encargó de proveer de felicidad al que lo necesita, a mi.
Dijo que había ido a comer un embajador y de postre sobre la mesa posaron mi torta, dos trozos. Que el diplomático preguntó cómo y de qué estaba hecha. Y que casi se le sale la ligereza de querer más. Un fuerte abrazo para todos los Pablos que cierran las veladas de forma tan mediterráneas.
Armando, mi Armando particular. Fui a visitarte con Luis que como tú se encuentra en mi álbum de los vivos Además en el mejor realismo mágico se hicieron presentes, Miriam, Enma, Otto, María Vicenta la Nona. Iván y la tía Luisa. Todos ellos espíritus. Todos ellos orquesta diaria de tu tercer movimiento de Vivaldi. Ellos están presentes cada vez que sobre los fogones crispean los aliños.
Armando Scannone es mío. Mañana te llevo café de @carbonespresso